viernes, 22 de mayo de 2020

"México, primer lugar en bullying a nivel mundial"



Retrato del acosador y de la víctima de "bullying" - Infobae


Según Durkheim existen dos tipos de solidaridades, la orgánica por un lado y la mecánica por el otro. La Solidaridad Orgánica suele darse con mayor frecuencia dentro de las sociedades desarrolladas y consiste en la fuerte especialización que ostentarán cada uno de los individuos que la integran y que a su vez origina una marcada interdependencia que será la base de la cohesión y la solidaridad grupal de las personas con su sociedad, De esta manera, entonces, cada individuo posee una parte de los conocimientos generales y sus recursos, generando que todos dependan de todos. La Solidaridad Orgánica es una clara consecuencia de la división de trabajo y de la diferenciación de las funciones. Por su lado, la Solidaridad Mecánica, se da con mucha más frecuencia y presencia en los países poco desarrollados, ya que la misma se caracteriza por una total competencia de cada individuo en la mayoría de los trabajos, dándose tan solo una mínima diferenciación a razón de edad y género. En este tipo de sociedad todos saben lo que tienen que hacer para sobrevivir, no hay una necesidad del otro, por lo cual claro, se esfuma un poco eso de la solidaridad, de tenderle el lazo al otro. México, primer lugar en bullying a nivel mundial Etcétera. 07 de agosto, 2014 México ocupa el primer lugar en el mundo con mayores casos de bullying, el problema cada vez se torna más difícil ya que a la fecha, el 65% de los niños mexicanos han sufrido acoso escolar. “El bullying sabemos que es algo de intimidación, de acoso escolar, que esto les produce menor éxito universitario, menor éxito laboral a la larga, el bullying te condiciona baja autoestima, depresión, ansiedad, bajo aprovechamiento escolar”, explicó Oscar Flores Caloca, endrocrinólogo pediatra del Hospital Infantil de México. En rueda de prensa, el especialista advirtió que el próximo 18 de agosto, más 25 millones de niños regresan a clases, por lo cual, es necesario emprender acciones que detengan estas prácticas nocivas y mejoren la autoestima de los acosados. 

“México es número uno a nivel internacional de bullying, es algo que tenemos que poner atención y el bullying es entre un acosador y un acosado, usualmente el acosador es mucho más grande en talla que la persona a la que está produciéndole el bullying”, apuntó. Pero además del peso, usar lentes, tener acné, ser inteligente o incluso el color de pelo son factores que usan los acosadores para hostigar a sus compañeros. Justo el día de ayer, la empresa española My Observer, por medio de su estudio “Violencia en Internet 2013-2014” detalló que además del acoso físico, hay un importante aumento en el acoso cibernético. Desafortunadamente, muy pocas organizaciones, órganos gubernamentales o medios que retoman el tema en sus portales web, cuentan con medidas de prevención o información que pueda ayudar tanto a los estudiantes, como a los agresores, escuelas y familias. “Tratamos de inculcar valores a los que están siendo abusados, pero realmente a los que tenemos también que tratar es a los abusadores, es golpearle por los dos lados al bullying”, concluyó el especialista.

Odio. Es aquel sentimiento de antipatía, de rechazo muy intenso que una persona siente hacia otra o hacia algo. El odio es el sentimiento más negativo que un ser humano pueda experimentar en su vida, porque con él le desea el mayor mal posible, ya sea al sujeto u objeto odiado. La enemistad y la repulsión son las dos cuestiones que se vinculan más estrechamente con el odio. El odio genera dos comportamientos, por un lado el de evitar aquello que se odia y por otro lado la destrucción de aquello que genera odio. Cuando el sentimiento de odio se encuentra dirigido a un ser humano puede verse materializado en insultos o agresiones físicas. 

El odio se ha identificado como el sentimiento opuesto al amor, de todas maneras, hay quienes sostienen que del amor al odio y viceversa existe un corto camino, ya que por lo general el odio es despertado por aquellas personas importantes para la persona. Entre las razones que llevan a alguien a sentir odio por otro o por algo se cuentan que ese otro lo haya hecho sufrir o haya amenazado su existencia y la de sus seres queridos. Por tanto, la violencia resulta ser la consecuencia más común del odio. Tanto en el aspecto personal como en el ámbito social, todo aquello que remite a la violencia generará un sentimiento de intenso rechazo. Violencia. Se entiende por violencia aquellos actos que tengan que ver con el ejercicio de una fuerza verbal o física sobre otra persona, animal u objeto y que tenga por resultado la generación de un daño sobre esa persona u objeto de manera voluntaria o accidental. 

La violencia puede, además, ser ejercida por una persona sobre sí misma. Se estima que la violencia es el acto de ejercer algún tipo de agresión sobre otro o sobre uno mismo. Este acto de agresión implica el daño o destrucción a través de muy diversos métodos que pueden ir desde lo físico y corporal hasta lo verbal y lo emocional. Aunque en la mayoría de los casos la violencia es explícita y visible, muchas veces, la presencia de la violencia puede ser tácita o implícita. El recurso a la violencia puede estar relacionado con la acción de un individuo o de un grupo de individuos, pero también, y en muchos casos es aquí cuando logra mayor alcance, puede estar ejercida por organismos o instituciones desde las cuales se transmiten mensajes violentos, discriminatorios y agresivos hacia la población. Normalmente, los resultados de tal tipo de violencia se hacen claramente evidentes en las sociedades que pueden entrar en graves conflictos y luchas entre sí. 

Hay diferentes tipos de violencia que por lo general se ejercen sobre algunos grupos sociales o individuos más desprotegidos como pueden ser las mujeres, los niños, los jóvenes, los ancianos, algunas etnias tradicionalmente menospreciadas en algunos ambientes, grupos religiosos y minorías de diverso tipo.

"Descubren fluido amortiguante en los huesos"




Articulación de la rodilla - Wikipedia, la enciclopedia libre


Científicos de la Universidad de Cambridge han descubierto un líquido viscoso en los huesos que les permiten tener mayor flexibilidad y ser más resistentes a las fracturas. El sorprendente hallazgo fue posible tras analizar la estructura del hueso a escala Nanométrica, mediante espectroscopia de resonancia magnética nuclear, difracción de rayos X y modelado molecular. El equipo de investigadores, liderado por la Dra. Melinda Duer del Departamento de Química, encontró el fluido atrapado entre los cristales que forman los huesos. Se compone de citrato y agua, y comprende cerca de la mitad del mineral óseo. Los investigadores creen que esta nueva información será crucial en el desarrollo y tratamiento de enfermedades como la osteoporosis, la cual podría ser causada por la pérdida de este líquido. Sin la capa móvil de citrato, lo huesos se fusionarían y formarían grumos inflexibles, los cuales se romperían bajo presión. El fluido, que funciona como un amortiguador, explica por qué los huesos no se rompen con mayor facilidad.

Los científicos continuarán explorando esta nueva sustancia y su importancia en la salud ósea. Mientras tanto, los resultados del estadio han sido publicados en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences. Responde las siguientes preguntas: 

1. ¿Qué conoces del término Bioética? 

2. ¿En qué parte de nuestra vida crees que interviene la Bioética? ¿De qué manera? 

3. ¿Gracias a que aparato de la práctica médica es posible observar la imagen anterior? 

4. ¿Cuáles son las ventajas y desventajas de los adelantos médicos o avances tecnológicos utilizados en la medicina? 

5. ¿Cuáles son los principales valores que deben intervenir en la bioética? 

LOS ATAQUES A HIROSHIMA Y NAGASAKI.


LOS ATAQUES A HIROSHIMA Y NAGASAKI. 

Dos cartas del físico Albert Einstein donde expresa su remordimiento por no haber podido evitar las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki fueron difundidas, a un mes del 60º aniversario de aquella masacre nuclear. El padre de la teoría de la relatividad —la base para fabricar la bomba atómica— mantuvo correspondencia con Seiei Shinohara, un amigo filósofo japonés, conocido en Alemania y muerto en 2001. La viuda de Shinohara fue quien difundió las cartas en apoyo de la causa antinuclear. “Condeno totalmente el recurso de la bomba atómica contra Japón, pero no pude hacer nada para impedirlo”, escribió el Premio Nobel de Física dos años antes de su muerte, ocurrida en 1955.

Fueron escritas entre 1953 y 1954, años después que EE.UU. lanzara sendas bombas de uranio y de plutonio sobre las ciudades japonesas de Hiroshima, el 6 de agosto de 1945, y Nagasaki, tres días después. Más de 140 mil personas murieron con la explosión y las víctimas de la radiación que fallecieron en los años siguientes superaron las 100 mil en ambas ciudades japonesas. Einstein nació en Alemania en 1879, en el seno de una familia judía, luego se nacionalizó suizo y más tarde, estadounidense. Expuso la teoría de la relatividad en 1915, recibió el Nobel de Física en 1921 y murió en Princeton, EE.UU., en 1955. Desde 1905 las investigaciones del físico, que debió abandonar la Alemania nazi, permitieron luego el desarrollo de la fusión del átomo.

Las cartas de Einstein al filósofo Shinohara demuestran cuánto sentía la necesidad de justificarse. Es que, en 1939, le escribió al presidente Franklin D. Roosevelt advirtiendo que la Alemania de Adolfo Hitler se encaminaba a fabricar la primera bomba atómica. Roosevelt le respondió el 19 de octubre de 1939 —cuando ya se había desatado la II Guerra Mundial— que había ordenado a una junta analizar esa información. El resultado fue la fabricación de la bomba atómica en EE.UU. En varias ocasiones Einstein trató de persuadir sin éxito al presidente norteamericano de abandonar el programa nuclear. Roosevelt condujo a EE.UU. durante la guerra y murió a causa de una hemorragia cerebral en 1945, sin ver el final de la contienda mundial a la que su país ingresó en 1941. Finalmente, fue su sucesor, Harry Truman, quien tomó la decisión de lanzar dos ataques atómicos contra Japón, en 1945. “Si lo hubiese sabido, no hubiera escrito jamás esa carta”, comentó amargamente el científico luego de la masacre nuclear. “Mi pacifismo es un sentimiento instintivo, un sentimiento que me domina porque el asesinato del hombre me inspira profundo disgusto. 

Mi inclinación no deriva de una teoría intelectual; se funda en mi profunda aversión por toda especie de crueldad y de odio”, escribió. La difusión de las cartas de arrepentimiento coincide con el “Año Einstein” en Alemania, en el cincuentenario de la muerte del gran genio de la ciencia del siglo XX. Además, 2005 ha sido elegido para celebrar el Año Mundial de la Física. En 1905 Einstein publicó cinco ensayos que revolucionaron la visión clásica del espacio, el tiempo, la materia y la energía.


¿Consideras correcta la actitud de arrepentimiento del Científico Albert Eistein?, justifica tu respuesta: _________________________________________________________________________________ ¿Qué significa la ética para ti? _________________________________________________________________________________ ¿Qué es la ciencia? __________________________________________________________________________ 

viernes, 8 de mayo de 2020

GENERACION DE CRISTAL



En septiembre de 2015 el abogado experto en libertad de expresión Greg Lukianoff y el eminente psicólogo Jonathan Haidt publicaron un largo e influyente artículo en The Atlantic, en el que denunciaban un fenómeno nuevo, preocupante y cada vez más común en los campus universitarios de EEUU: la aparición de estudiantes demasiado frágiles emocionalmente y propensos a ofenderse a la menor provocación, incapaces de soportar o tolerar ideas u opiniones opuestas a las suyas, y dispuestos a acallar, incluso mediante la violencia física, a todo aquel que se atreviera a cuestionar sus dogmas ideológicos. Tres años más tarde, estimulado por el ascenso de Trump y la epidemia de polarización política que sufre no sólo EEUU sino el mundo entero, el problema identificado y denunciado por Lukianoff y Haidt se ha agudizado hasta alcanzar proporciones francamente preocupantes. Pero el abogado y el psicólogo no se cruzaron de brazos tras publicar su texto en The Atlantic, sino que enfocaron buena parte de su energía en estudiar a fondo el fenómeno, y el resultado de su investigación es “The Coddling of the American Mind”, uno de los libros más importantes de la década.
Una columna como esta no alcanza para hacerle justicia a un libro tan relevante, pero me gustaría abordar brevemente los detalles que más me sorprendieron y estimularon. Por ejemplo, Lukianoff y Haidt llegaron a la conclusión de que, aunque parezca increíble, este no es un problema de millennials. Sí, los millennials mas jóvenes alcanzaron a contagiarse, pero las estadísticas demuestran contundentemente que esta vilipendiada generación no registró un cambio significativo en ideas o actitudes respecto a la libertad de expresión y otros temas asociados al fenómeno. La epidemia de intolerancia y fragilidad histérica que todos hemos visto a través de las noticias y en las redes sociales se desencadenó más o menos en 2013, es decir, cuando los miembros de la “iGeneration” o “Generación Z” (nacidos a partir de 1995, fecha en la que los expertos detectan un cambio radical en actitudes y valores) empezaron a entrar a la universidad. Confieso que desde hace años, basado en mi propia experiencia, yo ya intuía que entre los millennials esa corrección política enfermiza estaba confinada a una minoría microscópica.
Otro descubrimiento interesantísimo de Lukianoff y Haidt es que no estamos realmente ante una epidemia generalizada. En EEUU, el problema está muy focalizado en las universidades de élite de las costas, específicamente en California y Nueva Inglaterra, y en los departamentos de Humanidades de algunas otras universidades. E incluso en esas universidades de élite y en esos departamentos, solamente una minoría de estudiantes pueden considerarse como fanáticos rabiosos de la ideología postmoderna que ha generado este preocupante fenómeno. El problema es que la dinámica entre ese puñado de fanáticos y el resto de los estudiantes, la facultad y las autoridades universitarias ha mutado peligrosamente. Es una minoría, sí, pero muy vociferante, agresiva e influyente. Y ese puñado de fanáticos, apoyados en las redes sociales, bastan para hacerle la vida imposible a los herejes y a los moderados, y para destruir la reputación, y en ocasiones la vida, de alumnos y maestros disidentes. Esto ha creado una atmósfera de miedo en la que los alumnos más racionales y sensatos prefieren callar pues temen ser destruidos socialmente, y la voz de los fanáticos resuena prácticamente sin oposición, pues los maestros también se sienten intimidados. Sobra decir que ese no es el ambiente ideal para enseñarle a una nueva generación a escuchar al otro y a pensar críticamente, la misión más importante de toda universidad.
Lukianoff y Haidt argumentan que la ausencia de pluralidad política en las facultades de estas universidades (en algunos casos los maestros de izquierda superan 10 a 1 a los conservadores) ha provocado que maestros intoxicados por las ideas de algunos filósofos postmodernos envenenen impunemente las mentes de sus alumnos con ideas muy nocivas, no sólo para la democracia liberal y los valores de la civilización occidental, sino para su propia salud emocional. Los autores identifican tres grandes mitos que están dañando irreparablemente la psique de toda una generación (los trastornos de ansiedad, la depresión y los suicidios se han disparado dramáticamente entre los miembros de la Generación Z) y que están envenenado la convivencia tanto en los campus como en el resto de la sociedad, pues estas actitudes e ideas ya están saliendo de las universidades y contaminando al mundo externo.
El primero de esos mitos es “El mito de la fragilidad” que puede resumirse en una frase: “Lo que no te mata te hace más débil”. Esa venenosa falacia ha convencido a millones de jóvenes de que son jarritos de Tlaquepaque, frágiles y delicados, y de que todos los tropiezos y sinsabores que han experimentado a lo largo de su vida han dejado heridas incurables en su mente, y por eso deben ser protegidos del mundo y de cualquier palabra, discurso u obra literaria que pueda desencadenar recuerdos traumáticos. De ahí viene la ridícula exigencia de “safe spaces” y “trigger warnings”. Pero incluso en casos auténticamente traumáticos (como una violación) la terapia siempre consiste en exponer al paciente paulatinamente a eventos o situaciones que le recuerden el suceso, hasta que éstas dejen de generarle ansiedad. Hacer lo contrario, esconderse del mundo o exigir protección ante toda incomodidad intelectual, es contraproducente, y una invitación a revolcarse en las heridas y a convertirse en una víctima perpetua. Y es que la mente humana no es frágil como la porcelana y tampoco es simplemente resiliente, sino que es un órgano “antifrágil” (un concepto acuñado por el académico Nassim Nicholas Taleb) y al igual que los músculos y el sistema inmunológico, requiere de estrés, retos y fricciones para fortalecerse. Nietzsche tenía razón, y con algunas excepciones importantes, lo que no nos mata sí suele hacernos más fuertes. Pero algunas universidades, y desgraciadamente algunas de las más importantes, esas que forman a las futuras élites políticas y mediáticas, están lanzando al mundo a jóvenes sobreprotegidos y mal preparados para enfrentar la vida y sus dificultades. Un auténtico ejército de discapacitados emocionales.
El segundo mito es “El mito del razonamiento emocional” y puede resumirse en esta frase: “Siempre confía en tus sentimientos”. Esto también es un disparate que suele tener consecuencias muy negativas. Y es que siempre debemos cuestionar y analizar nuestras emociones pues regularmente lo que termina afectándonos más no son las experiencias que vivimos sino la interpretación que les damos; algo que los sabios de todas las épocas (de Epicteto a Shakespeare pasando por Boecio) han sabido muy bien y que la psicología moderna ha confirmado científicamente. Es por eso que los miembros de la Generación Z son tan propensos a ofenderse, pues se les ha enseñado a privilegiar sus emociones sobre el análisis racional de las mismas. Si alguien dice algo que los ofende, no se detienen a analizar la intención del interlocutor, se anclan en sus sentimientos heridos y arman un escándalo o un linchamiento virtual. Tradicionalmente la moral humana ha privilegiado la intención sobre el impacto para juzgar la gravedad de una ofensa. Es por eso que una persona que asesina premeditadamente a alguien recibe una condena muchísimo mayor que quien atropella accidentalmente a un congénere. La gente sana mentalmente no reacciona igual ante quien la empuja intencionalmente y alguien que lo hace accidentalmente al tropezarse. Pero los miembros de la Generación Z están educados para atribuirle las peores intenciones a quienes los rodean y por eso un mal chiste o un comentario insensible, pero no mal intencionado, pueden transformarse en un drama demencial y quienes los emitieron pueden ser acusados de racismo, misoginia o cosas peores aunque no hayan tenido la intención de dañar a nadie ni alberguen prejuicios en contra de minoría alguna. En este código moral enfermizo lo que importa es lo que siente el ofendido, no la intención del ofensor.
El último mito es el de “Nosotros contra ellos” y puede resumirse en esta frase: “La vida es una batalla de gente buena contra gente mala”. Sobra decir que este maniqueísmo imbécil fomenta el tribalismo, una de las pasiones humanas más peligrosas y destructivas. Lo más interesante de este punto es que Lukianoff y Haidt argumentan que existen dos tipos de“políticas de la identidad”: las que se concentran en nuestra “común humanidad” y las que postulan la existencia de un “enemigo común”, maligno e irredimible. Sí, los grupos humanos, sobre todo los marginados y desfavorecidos, siempre se han organizado políticamente para exigir sus derechos, eso no es nada nuevo. Pero hay un abismo entre el activismo de un Martin Luther King, por ejemplo, y la histeria resentida y nihilista que vemos hoy en día. Mientras que el reverendo King apelaba a lo que unía a la comunidad blanca con la negra, usando un lenguaje conciliador impregnado de patriotismo y religiosidad para derribar barreras artificiales y soñando con que su país llegara a estar a la altura de sus ideales, las políticas de la identidad posmodernas dividen a la gente en burbujas identitarias inexpugnables basadas en la raza, la orientación sexual o el género, y han transformado al hombre blanco heterosexual y cisgénero en el villano irredimible al que el resto de las identidades deben destruir para ser libres. No hay nada más tóxico y peligroso que dividir a una sociedad en villanos y víctimas, pues fomentar el tribalismo es jugar con fuego.
Sí, los autores del libro se limitaron a estudiar a la juventud norteamericana, pero su diagnóstico y sus propuestas para contener el problema son universales, y estas nocivas ideas ya están siendo importadas a México. En los últimos meses todos hemos sido testigos de cacerías de brujas desatadas en contra de personas perfectamente decentes acusadas de racismo o misoginia por hordas histéricas y “ofendidas”. Y hay un grupúsculo bastante influyente en el mundo académico (e incrustado en la incoherente coalición que llevó a López Obrador al poder) que habla constantemente del “privilegio blanco” y otros conceptos de esas políticas de la identidad basadas en la división identitaria y la promulgación de un “enemigo común”. Por eso es tan importante que aprendamos las amargas lecciones que el fenómeno está dejando en la sociedad norteamericana y que estemos preparados para lo que viene. El futuro y la salud mental de toda una generación depende de ello…
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